
Cuando leo a García Márquez, recuerdo repentinamente momentos de la infancia que no volverán. Imagino cómo hubiera sido mi vida, si no hubiera pasado esto o aquello, o si muy por el contrario me hubiera pasado tal o cual cosa. Recuerdo lo Real Maravilloso, en objetos ya viejos y gastados de una etapa que no volverá, en fotografías color sepia guardadas en el aparador de la habitación de mi abuela y en el más agradable aroma que emanaba de la cocina de mi casa allá por el año mil novecientos y tantos; pero también el realismo mágico -por ponerle otro nombre- me transportaba a lugares que jamás conocí, lugares que me gustaría conocer en algún momento, donde la mágia y los sueños eran parte del día a día.
Cómo no querer volver, cómo no querer soñar ... de nuevo.
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