Una lágrima... como si fuera ayer

Ya lo había observado. Minutos antes de aquella llamada telefónica. Sospechaba de manera casi continua que algo no andaba bien. Mis nervios lo delataban. El sonido que emanaba de su voz, me decía que las cosas estaban mal, tensas.

Como una cápsula difícil de tragar, de digerir, se escabullía en mi sistema y me dejaba en la más completa miseria. Lo contrario a diferentes remedios que encontraba en momentos de "crisis" como les llamo yo.

Es entonces que me dejé caer. Es entonces que advertí que las cosas no serían iguales. Que las mariposas suelen volar cuando el sol cae. Que mis estupideces existenciales eran pura mierda.

Me alejé de lo bueno. De lo saludable. De lo lindo que puede ser el intentar ser inocente de toda culpa. De toda sensación agradable al alma. Me entregué a los placeres momentáneos que me proporciona mi género, mi calidad de mujer, abandonada del amor, desmantelada de emociones fuertes, de caricias sin consecuencias.

He aquí pues una buena razón para olvidarme de mi misma... el quedarme sola... otra vez. Tengo miedo a la soledad y aún más miedo a encontrar mi camino.

Los años no sirven de nada. Las experiencias, esas si. Ellas quizás me ayuden a olvidar los sinsabores, la derrota que me impone la cruel mar, cada vez que le pinta la gana de hacerlo. Porque la mar es cruel, es voraz, es lastímera, es desgraciada...

Debo de tomar una decisión que afecte el rumbo de mis días. ¿Comportarme como quisiera, dejarme vencer, empezar de cero? Sólo tengo ganas de gritar. De patear puertas. De tomar actitudes irracionales. Todo ello en pro de mi buena salud mental, de darme cuenta que me dejé caer abismalmente... y que quién sabe si lograré salir y ubicarme en ese punto exacto. Donde todo esta bien. Y que la roña se pueda sacudir. Y que mis actos justifiquen los medios para llegar al fin que me haga volver.

Audio/música: "Déjate caer". Los Tres