sábado, octubre 07, 2006

El amor según mi profesor

Tuve la oportunidad de ser alumna, allá por el año 2003 más o menos (la verdad es que no estoy segura) del profesor (y amigo) Jaime Chincha, muchos de ustedes (si es que son peruanos) lo recordarán de la TV.
Llegó a mi correo electrónico una invitación para leer una columna que tiene sobre temas diversos. El último tema que sacó habla de el amor en los tiempos del reggaetton. Toda una aventura para ser leído y más aún una odisea el querer entender que a lo mejor la vida así como se presenta tan pintoresca nos regala este tipo de parejas "del momento" de la nueva nueva ola, del perreo chacalonero... "hasta que te choque el hueso".
En el artículo, menciona algo que para él podría ser su definición de amor. Yo opino lo mismo. Comparto con ustedes sus pensamientos.

Yo prefiero seguir pensando que el amor es esa canción que me lleva de un tiempo a otro. Seguiré creyendo que el amor es regalar prosas que terminen con un tequiero escrito con sangre. El amor es brindar con vino los domingos, acariciarle el rostro hasta sentir su respiración, llorar cuando se va, abrazarla a su regreso.


Y el amor es esperarla despierto mientras ella trabaja, contar los minutos para su regreso. El amor es confiar con los ojos cerrados, saltar de la alegría cuando los logros son unitarios o compartidos. Amor es una discusión de antología y una reconciliación de aquellas. El amor, en suma, se muestra en todo su esplendor cuando sus latidos se confunden con los míos.


Pero el amor es tan grande, tan indescifrable, ofrecido tan de a pocos, tergiversado por muchedumbres, que la calle se convierte en el interminable espacio de las emociones sueltas por aquí y por allá. Porque el amor también es cruzar la pista con la ancianita indigente que te lo pide en silencio, derramar una lágrima cuando el niño que clama propina no entiende que se te acabaron las monedas (y en algunos casos los billetes), compartir tu cena con la mujer que limpia los carros para ganarse la vida, abrir el plexo cuando sea necesario.
Porque vaya que el amor se convierte en un ingrediente que le permite a uno seguir viviendo. Que mueve el mundo sin que muchas veces reparemos en ello.

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