No bebas el agua

Era un domingo soleado cuando llegaron las máquinas al pueblo. Saimiri estaba con su hermanita recogiendo frutas de los árboles, ya que su padre se los había pedido encarecidamente. El ruido de las aves se opacó ante la intrución sonora de los Caterpillar y las grúas.

"!Un mounstruo Saimiri!" - exclamó la niña.

"No te asustes hermanita" - respondió él.

La furia con la que destrozaban los árboles era de no creer. Hombres robustos al ritmo de "!ADELANTEEE!" dejaban sin hogar a miles y miles de animales de la selva. Otros, los que iban a pie, llevaban armas. Saimiri no sabía bien de lo que se trataba y sin embargo ya tenía miedo, miedo que se materializó en un líquido amarillento que recorría sus pequeñas piernecitas, al ver cómo uno de esos hombres encontraba un venado que se había ocultado detrás de unos matorrales y le cortaba el cuello sin más. Los niños nunca habían sido testigos de tales brutalidades. Cada vez se acercaban más y más. En un momento de distracción, la hermanita de Saimiri cayó del árbol que los guarecía de toda esa masacre. Instintivamente uno de los hombres sacó su rifle haciendo así que exista una pequeña menos en este valle de lágrimas al que llamamos vida.

Saimiri no lo podía creer. Vio allí ante sus pies como fallecía su hermanita. Bajó raudamente del árbol queriendo golpear a aquel hombre, pero lo único que obtuvo fue una golpiza por parte de él infanticida. Lógicamente con el paso del tiempo y realizadas las investigaciones, se diría que la pequeña habría sido "víctima de algún cocodrilo" u otro animal de la jungla. Es natural. Los poderosos nunca pierden.

El lenguaje entró en las comunidades, tan rápido como se fueron los árboles. Los empresarios leían en los ojos de cada poblador un signo monetario. En los ojos de un nativo eran soles, en los ojos de un niño eran euros, en los ojos de otro niño dólares, en los del anciano del pueblo eran yenes, etc. "Turismo ecólogico" le llamaremos, dijo un cómodo personaje, sentado en una silla de cuero desde una cómoda oficina con aire acondicionado, en una cómoda ciudad. Al colgar el teléfono otro arból caía en la selva. Otro pájaro quedaba sin hogar. Otra historia sería "maquillada". Otra vida cambiaría.

Desde hace mucho tiempo, grandes compañías y países "poderosos" han venido proclamando como "suyos" pequeños pueblos e inclusive grandes civilizaciones. Es común ver que en el juego de la vida ganen aquellos que tienen poder. Llámese poder económico o poder mediático. El capitalino siempre se sentirá más que el provinciano. En este caso quise graficar (exagerando quizás) un poco la situación que se dió con los colonizadores en las zonas rurales del alto Amazonas en mi país (Perú). Se llegó inclusive a proporcionar un sistema por el cual - y se supone que en beneficio de ellos mismos - se les otorgaba un nombre de pila, puesto que en la mayoría de los casos, los antiguos shipibos, aguarunas, huambisas y machiguengas presentaban nombres tan simples como el de nuestro personaje. Saimiri (que es una especie de monito), o quizás tenían nombres que para el resto de personas puede parecer absurdo.

Nombres como flecha, sol , etc. Ellos fueron "instados" a cambiarse los nombres por aquellos que más quisieran, de preferencia alguno de algún familiar. Pero lo paradójico del asunto fue, que el Estado en lugar de hacer un bien, creó más caos a una situación caótica de por si. Muchos de esos pobladores, en afán de expandir sus conocimientos, su cultura o su arte, decidieron viajar, enfrentándose ante un sistema de visados que no permitían dar ese paso, puesto que era muy sospechoso, que el otrora llamado "FLECHA", no tuviera el mismo apellido de su padre.

Mucha sangre ha corrido bajo el rio. Muchos héroes anónimos han sido víctimas de lo que pasa con sus pueblos, con sus raíces y sus costumbres. La globalización les llega como un balde de agua fría y no permite que se expandan sus tradiciones.

Con ello no quiero decir que no me parezca que las colonizaciones estén mal. No. En absoluto. Lo que trato de "defender" en este relato ficticio, es la identidad de las personas, nativas o no. Su derecho a la vida, su derecho a defender lo que por ley debería ser suyo, su derecho a ser libres hermanándose con la naturaleza o con aquello que ha sido parte de su entorno. De sus ancestros. Su cultura.